Darío Gasco es fan del asado, le gustan las pizzas caseras de su novia y las pastas de mamá. Admite que disfruta de cada momento, y que los dulces y los helados son su perdición.
La bicicleta es su mejor amiga y compañera, y junto a ella tomó las mejores decisiones. Ni hablar de los incontables títulos que consiguió. “Mono” es sinónimo de competitividad, de resiliencia y de éxito.
Desde Concepción conquistó los cinco continentes y con más de 25 años de trayectoria, mantiene intacto el hambre de gloria.
En diálogo con LA GACETA, el “biker” contó sensaciones, analizó su vida y se fijó nuevas metas.
- ¿Cuál es el primer y último recuerdo que tenés en la bicicleta?
Hay una foto dando vuelta en la casa de mis viejos en la que habré tenido cinco o seis años. Debe haber sido una de las primeras veces que anduve sin rueditas. Ponía ladrillos y una tabla y hacía saltos. En una de esas se rompieron las ruedas y yo no me había dado cuenta que solo tenía los fierritos y no las ruedas. Es lo primero que me acuerdo. El último es hace poco tiempo, en la Revancha de Río Pinto, ahí me quedé con el segundo lugar.
- ¿Cómo se alimenta el espíritu competitivo?
Se hace difícil porque hace 26 años que compito. Participé en muchísimos Trasmontañas y gané seis. Cambiar de categoría o pensar en correr contra tal rival te motiva. Busco la motivación en el día a día.
- ¿Quiénes son tu principal apoyo?
Mis viejos fueron todo; desde lo emocional hasta lo económico, y yo respondí con resultados y con buenas notas en la escuela. Era como que lo merecía y ellos me ‘palanqueaban’. Ahora, mi pareja me apoya y me acompaña en el 90% de los eventos y en el día a día en casa.
- ¿Cómo se encuentra la disciplina en nuestro país?
Creció mucho desde el 2020. Todo el mundo quiere andar en bicicleta después de la pandemia. Ahí aparecieron muchos ciclistas nuevos y los viejos seguimos porque nos gusta. Es un deporte que está en auge y aparecen nuevos formatos; en equipo, en pareja, por etapas… Entonces esos cambios van haciendo todo más competitivo. Antes de la pandemia había un hueco generacional; ahora sí hay más compromiso.
- ¿Qué te dio el deporte?
Disciplina. Soy meticuloso en la vida diaria y eso me hizo organizado. De chico iba a una escuela técnica, entonces necesitaba hacerme el tiempo justo para poder entrenar y estudiar. Además, me dio amigos, muchísimas alegrías y me hizo ser muy competitivo.
- ¿Qué es lo más importante que ganaste?
Muchas veces gané sin salir primero, con eso te digo mucho. En grandes carreras me mezclé con deportistas importantes a nivel mundial o terminé en la misma vuelta que grandes ciclistas. Esos son triunfos sin haber salido primero. Logré un bronce en los Panamericanos en Río de Janeiro en 2007; estuve en los Juegos Olímpicos de Beijing y terminé en el puesto 27. Para mí fue un logro grandísimo. Además, tengo dos oros en Panamericanos, 10 u 11 Argentinos y gané varios títulos importantes en España. No me doy por satisfecho nunca.
- Si no estaba la bicicleta, ¿qué era?
Se me fueron acabando las posibilidades de pasatiempo y deporte. Jugué al fútbol pero era muy malo. En básquet era menos malo, pero también probé softbol y atletismo. No me arrepiento de haber elegido la bici porque conocí los cinco continentes gracias a ella. La Nutrición (es nutricionista) aparece después. Quería estudiar algo y me decidí por eso.
- Competiste desde muy chico, ¿no sentís que perdiste algo de tu juventud?
Seguramente. Me quitó cosas en la gloriosa época de los 15 años. Siempre tenía carrera, o viaje, o algo. Siento que me privé de algunas cosas, pero no me arrepiento.
- ¿Cuántos trofeos tenés? ¿Dónde los guardas?
No sé cuántos. Los guardo en la casa de mi viejo. Por suerte ahora dan medallas; ocupan menos lugar y son bastantes lindas.
- ¿Admirás a alguien?
De chicho admiraba a muchos españoles. Compraba revistas y los seguía. Pero después me di el gusto de competir contra ellos y de ganarles a varios.
- ¿Hubo alguna carrera que anhelabas ganar y se hizo esperar?
Este año dejé la Elite porque me entusiasmaba la idea de competir en el Mundial Master en Villa La Angostura. Me federé en Master y me preparé un montón, pero tres semanas antes me enfermé de dengue y eso me cortó las alas. Terminé quinto, y hasta la mitad de la carrera tenía el bronce. Pero no aguantó la fuerza. Pienso que quizás no era el momento; lo voy a intentar nuevamente, pero más adelante.
- ¿Concepción, El Mollar o San Miguel de Tucumán?
Son tres puntos muy diferentes. Me encuentro repartido entre los tres, y sumó a Santiago. Pero me quedo con El Mollar. Tiene paz, soledad, montañas. Allí me encuentro a mí mismo ahí; me desconecto.
- Cuándo pasó lo de la bici (se la robaron en el Aeropuerto de Ezeiza) en los Panamericanos, ¿pensaste en competir?
Sabía que de alguna manera se iba a solucionar. Me saqué de la cabeza los lamentos, me concentré en la competencia y fue magnífica carrera. Mi bici apareció una semana después en el depósito de Ezeiza.
- ¿Cuál fue la mejor anécdota en el deporte?
Cuando me perdí en China, en los Juegos Olímpicos. Tenía 21 años, era muy chico y estaba en un mundo gigante. Paré a unos policías, pero no sabía inglés, le mostré mi credencial para que me llevasen a la Villa Olímpica. Desarmamos la bicicleta, la guardamos en el baúl y subimos. Estaba como a 50 kilómetros. Los entrenadores pensaban que había estado durmiendo.
- ¿Cómo fue tu experiencia en España?
Debí aprender a manejarme sólo, a cuidar mi economía, mi alimentación, mi descanso. Tenía que ver las rutas seguras. Pase de niño a hombre en un día. Volví a finales de 2009 porque no me renovaron el contrato. La estaba pasando mal y me sentía muy solo.
- ¿Vas por ese récord de siete Trasmontaña que tiene Luciano Caracioli?
Siempre fuimos muy compañeros y amigos. Me alegro por sus triunfos pero lo quiero alcanzar.